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Confesiones, Ricky Martin, Juan Gabriel y otras alteridades invisibles.
Por: Wizard

“Hijo - Papá, quiero confesarte que soy gay.
Papá - Hijo, ¿tienes carro del año?
Hijo – No.
Papá - ¿viajas a Europa?
Hijo – No.
Papá – tú no eres gay, ¡eres p***!”
(Chiste mexicano de dominio “popular”)
El mes pasado, junio, fue el mes del orgullo LGBTTTIQ+. Específicamente se celebra el 28 de junio ya que en 1969 hubo una revuelta donde hubo muchos arrestados, creando una resistencia y visibilidad de la comunidad. Como toda conmemoración, surge de una represión y agresión frente a un sector particular y con sus vulnerabilidades.
En redes se pueden leer comentarios como: “orgullo es terminar una carrera, no ser homosexual”. Por esto es importante aclarar que por orgullo nos referimos a la capacidad de poder compartir el espacio público sin ser discriminados. No es que en sí mismo ser homosexual sea un orgullo, sino que ya no es algo que genere repudio, rechazo, castigo. Aunque siguen existiendo una moralidad regida por la norma heterosexual.
Orgullo significa que ya no perteneces al closet, a la invisibilidad.
Hay quienes mencionan en redes que la sexualidad pertenece a la esfera de lo privado. Que no hay necesidad de andar pregonando su orientación sexual, etc. Esto es completamente debatible. Sin embargo, vamos a hacer hincapié en que el heterosexual puede libremente decir que le gusta el sexo opuesto sin generar rechazo, puede dar muestras de afecto como besos o un juego erótico que genera risa y no un rechazo y furia como sería si esa pareja fuera de la comunidad (LGBTTTIQ+).
Jugamos a la doble moral, el doble filo y normas aplicadas de manera discriminada a ciertos sectores.
¿Qué debe tener el homosexual (como el caso del chiste) para ser aceptado, integrado o, al menos, no juzgado dentro de la sociedad?
En el chiste que llegué a escuchar con varios comediantes hace al menos quince años, menciona que hay una diferencia entre ser homosexual (o gay) y ser un simple p***. La diferencia inicial es de clase social. Así como sucede con muchas minorías, solo pueden ser aceptadas si hay dinero de por medio. O sea, el papá hubiera aceptado la orientación sexual del hijo, si tuviera mucho dinero.
Para entender de manera más específica la exclusión por clase pongamos de ejemplo a Ricky Martin. Tuvo una relación heterosexual por presión, tal vez para jugar un personaje que pudiera ser rentable en el mercado de la música. Ya con fama, pudo salir del closet. Se rompe la ilusión del sex simbol heterosexual para dejar al sex simbol millonario que cualquiera desearía tener para convertir en heterosexual. Esto se explica con la frase: yo lo hago hombre. Y podríamos agregar: si no lo hago hombre, al menos seré millonario.
La condición para ser homosexual (o cualquiera de la comunidad) es tener dinero suficiente para comprar la aceptación social de las normas morales. Recordemos cuántas atrocidades pueden hacer los ricos y a los pobres les aplicamos la guillotina moral.
La discriminación de género y de clase social queda interiorizada al grado que la experimentan los mismos homosexuales. Por ejemplo, la discriminación que sufre el homosexual por su orientación solamente la logra sobrellevar a través de la clase social. Esto provoca que la clase alta discrimine a la clase baja. En otras palabras, deberíamos preguntarnos hasta qué punto la discriminación que aplicamos nos es producto de las discriminación y exclusión que sufrimos.
Es importante revisar que las oportunidades laborales para la comunidad LGBTTTIQ+. Usualmente los lugares designados para ellos, dada la poca o nula oportunidad laboral, es la de la prostitución. Esto solamente provoca que las personas aumenten su prejuicio (la creencia de que son perversiones de la sociedad heterosexual) en lugar de hacer una revisión sociológica de las relaciones laborales y oportunidades.
Algunos dirán que en México no hay discriminación, aunque podemos revisar que la comunidad tiene menos oportunidades laborales por su orientación sexual o su expresión de género. Y otros dirán que hasta el divo de Juárez, Juan Gabriel, uno de los mejores exponentes musicales del país, era homosexual y lo escuchaban sin discriminación. ¡FAKE NEWS!
Jamás el divo de Juárez admitió abiertamente. La pregunta es por qué. Esto me hace pensar que fue aceptado porque había sido capaz de ser homosexual sin decirlo. Al parecer, decirlo, manifestarlo, expresarlo, incomodaría mucho.
Estamos en un país sumamente machista que se regocijaba escuchando a un homosexual. Aparentemente eso eliminaría el machismo, pero no. Coco Celis, comediante de stand up de México, en algunos de sus contenidos mencionó algo muy particular: Juan Gabriel solamente fue aceptado en la cultura mexicana porque sus canciones son de una persona que sufre. Entonces, solamente aceptamos la homosexualidad si la sufre.
No hay una aceptación de la comunidad. Solo se toleran siempre y cuando no sean vistos, que sean invisibles. O si son vistos deben cumplir con características raciales particulares (blanquitos) o de clase social alta (que tengan varo para poder tolerar). O si sufre.
El sufrimiento es la cárcel, la guillotina, la horca, el castigo de la vida. Cuando deseamos que el otro sufra es porque creemos que ha pecado, que ha cometido un crimen y debe pagar con el sufrimiento. El que rompe la norma moral no puede ser feliz. Por ello la idea carnavalesca de la marcha del orgullo es una fiesta, una oportunidad que exige el derecho a ser feliz.
Habrá quienes consideren la marcha una exageración porque siguen pensando que la sexualidad no debe expresarse en público, pero les aseguro que no se limitan a darle una beso en público a su pareja. En fin, la hipotenusa. Otros consideran que el carnaval semidesnudos es otra exageración, sin embargo si fueran heterosexuales en una playa no es una exageración. En fin, la hipotenusa.
Debemos repensar qué papel juega la comunidad LGBTTTIQ+ dentro del espacio público y laboral. Y no hay que confundir que porque ahora existen anuncios con los colores de la bandera del orgullo, ya está de moda. O porque en las películas tienen más visibilidad, no es un “adoctrinamiento”, dicen los panistas. Lo que deberíamos revisar son los testimonios sobre la dificultad que es tener un trabajo, vivienda, aceptación en el ambiente escolar. Escuchar, escucharnos, leer y leernos. Preguntar antes de juzgar y reconocer las causas que nos ofrecen desde las ciencias sociales una explicación de los fenómenos sociales antes de recargar nuestro prejuicio que está sostenido por ideas preconcebidas que parten del mismo adoctrinamiento que se juzga del otra. Y, sobre todo, escuchar a nuestros hijos.