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Danza Macabra


Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. Jorge Luis Borges

Por: Yaya Juárez

Danza Macabra (Danse macabre, título original) es un film italiano del género de terror del año 1964. Dirigida por Antonio Margheriti y Sergio Corbucci basado en algunos de los relatos de Edgar Alan Poe y con la actuación de la musa del terror Barbara Steele. La película nos muestra la historia de un joven periodista llamado Georges Rivière que se encuentra en la ciudad de Londres para entrevistar a Edgar Allan Poe el cual se encuentra en una taberna narrando una de sus historias sobre la vida después de la tumba. El joven periodista irrumpe la conversación para cuestionar con bastante escepticismo las ideas de Poe argumentando que después de la muerte no hay nada. Durante el intercambio de ideas interrumpe un amigo burgués de Poe llamado Lord Thomas Blackwood para ofrecerle un reto al periodista, pasar la noche en su castillo de Providence del cual nadie ha salido jamás con vida asegurando que el primero de noviembre es la noche de los muertos donde todos cobran vida en el castillo para vivir nuevamente los trágicos hechos que les arrancaron la vida. El periodista acepta el reto acordando el pago de diez libras las cuales se le entregarían si salía con vida al alba de la mañana siguiente. Toman el carruaje y durante el trayecto el periodista entrevista a Poe preguntándole si alguna vez ha pensado en escribir relatos inspirados en la realidad, a lo cual Poe contesta “La realidad viaja siempre más allá, por fuera o por debajo de todas las formas establecidas, tanto de la sociedad como del espíritu”. Bajan del carruaje, Alan Poe le pide al periodista reconsiderar su decisión y abandonar el reto pero Georges con incredulidad le pide no preocuparse, se baja del carruaje despidiéndose de Sir. Blackwood y Allan Poe. Abre la gran reja puntiaguda y en mal estado, entrecruza un panteón hasta la entrada principal para encontrase con una gran sala con muebles polvorientos y viejos. Comienza la inspección de la sala principal, en el recibidor un hermoso cuadro de una dama rubia con mirada enigmática parece seguirle con la mirada, sin embargo, el periodista aludiendo a su pensamiento racional antepone que todo se debe a un efecto óptico. Prende algunas velas para mirar más claramente el lugar y un viento fuerte abre las ventanas y deja al periodista abandonado en la oscuridad, un tanto nervioso comienza por recordarse que todo lo que pasa tiene perfecta explicación y que sin duda solo está siendo víctima de su nerviosismo. A lo lejos observa un piano en el cual se postra y decide comenzar a tocar una melodía mientras que una mano comienza a aproximársele al hombro hasta tocarle. Voltea y es una bella mujer de larga cabellera negra la cual se disculpa por asustarle y el rápidamente se levanta para presentarse y coquetear un poco. La mujer le explica que es la sobrina de Sr. Blackwood y que ella junto con otras personas viven en el castillo, el periodista se siente timado y le comenta que de saber que estaba habitado el castillo jamás hubiese aceptado tan estúpido reto. La mujer de cabellera negra llamada Elizabeth le pide quedarse a dormir así podrán jugarle una broma al tío y cobrar el dinero. Le prepara un cuarto en la parte superior de la casa, donde se quedan unos momentos charlando, cortejan un poco y termina en coito. El periodista se recuesta enamorado en el pecho de Elizabeth y se da cuenta que no hay latido. Al poco tiempo de percatarse de que su nueva amante no tiene vida irrumpe un hombre bastante molesto por encontrar a Elizabeth en la cama con su nuevo amante, el periodista. El hombre misterioso intenta atacar a Elizabeth y Georges saca una pistola y dispara al hombre que al poco tiempo de caer al piso desaparece al igual que Elizabeth. Algo consternado y sin comprender lo que pasa sale en busca de Elizabeth y se encuentra con otro habitante de la casa un doctor en medicina el cual le invita una copa. Georges está convencido que Elizabeth está viva, pues ha sentido su calor y es imposible que fuera un fantasma. El doctor le explica que cada ser humano tiene tres formas de vida, la del cuerpo que es la más débil, la del espíritu que es indestructible y la de los sentidos que a pesar de no ser eterna, puede continuar mucho tiempo después de la muerte, especialmente cuando un ser humano ha sido arrancado de la vida de manera violenta y en el momento particular en que los sentidos viven una emoción intensa, es ahí cuando no se muere completamente. Georges considera que es una teoría bastante absurda, sin embargo el doctor le dice que lo puede probar. El doctor lo lleva a observar el último episodio de la vida de los habitantes del castillo incluida la de Elizabeth. Dan las doce en el reloj y cada habitación cobra vida, Georges puede observar como un viajero en el tiempo las vidas de los habitantes, a través de sus recuerdos revive el deseo, odio y circunstancias que les llevaron a su trágico deceso sin poder intervenir ya que según le explica el doctor, los muertos viven en un espacio distinto al de los vivos. Es solo ahí cuando acepta que Elizabeth es un fantasma e intenta huir del castillo, sin embargo, ninguno de los fantasmas pretende dejarlo abandonar el lugar. Elizabeth lo ayuda a encontrar una salida, ya que al parecer lo ama y no quiere que tenga el mismo destino que ella. Logran burlar los obstáculos, Georges se despide de su amada, cruza temeroso y con velocidad el panteón hacia la reja principal, hacia lo lejos el alba. Pretende no mirar hacia atrás, alcanza la entrada y abre presuroso la reja y justo al poner un pie hacia fuera y dando la espalda sin darse cuenta una parte de la reja mal doblada se le clava en el cuello acabando con su vida. A la mañana siguiente el Sr. Blackwood y Allan Poe ven a través del carruaje como el periodista se encuentra parado afuera de la mansión, gustosos de ver que ha logrado cumplir el reto, sin embargo, al bajar constatan que no había sobrevivido a la noche de los muertos.


La memoria y el olvido

Recordar es volver a vivir dicen algunos, sabemos que parte de lo que compone nuestra idea de identidad y de pertenencia a este mundo está compuesto por nuestra memoria, la cargamos todo el tiempo para definir y delinear nuestras decisiones. Al igual que los fantasmas de la trama nosotros recurrimos a nuestros archivos mentales para revivir nuestras tragedias, miedos, manías y momentos de felicidad. A partir de ella tomamos postura frente a lo que acontece. Lo que llamamos conocimiento está compuesto por la memoria de gente muerta, grandes pensadores y personajes históricos que sobreviven en la narración de la historia, a través de miles de años están en nuestras conversaciones, debates, trabajos y hasta sueños, pero ¿Qué hay del ser humano común? El que desaparece de la trama y de la memoria histórica, el que no tiene hazañas, descubrimientos ni grandes obras, que se ve amenazado por el olvido, el que no tiene vida después de la tumba.

Si nuestra vida transcurre fuera de la trama histórica recopilada a través del tiempo, si estamos destinados al olvido, porque nos cuesta tanto desprendernos de la pesada carga del pasado. Según Nietzsche “El hombre se asombra de sí mismo por no poder aprender del olvido y permanecer atado al pasado: por más lejos y veloz que corra, la cadena siempre lo acompaña” (Nietzsche, Friedrich, 2006. Segunda Consideración Intempestiva). El pasado atrapa al hombre en sus recuerdos, por otra parte el olvido que parece ser fatídicamente nuestro destino nos permite experimentar la dicha de sabernos en el instante, esos momentos fugaces de alegría, risa o dolor o espontaneidad señalan un momento pleno antes de transformarse en recuerdo, como un fantasma. Dichos eventos nos permiten querer seguir viviendo, según Nietzsche es posible vivir sin recuerdo pero no sin el olvido. El pasado al igual que la historia debe de estar al servicio de la vida, antes que el pasado se convierta en nuestro propio castillo embrujado y encierre nuestro presente. Nietzsche dirá que es necesario conocer la fuerza de cada ser, cultura y pueblo, de esta manera podremos crecer a partir de nosotros mismos, transformar el pasado, lo desconocido y reincorporarlo, apropiarnos del pasado y hacerlo nuestro.

“También depende de saber olvidar y recordar en el momento justo, de intuir con fuerte instinto cuando es necesario sentir de manera histórica y cuando no. He aquí la propuesta que el lector está invitado a considerar: tanto la perspectiva histórica como la no histórica son igualmente necesarias para preservar la salud de un individuo, de un pueblo o de una cultura” (Nietzsche, Friedrich, 2006. Segunda Consideración Intempestiva).

El filósofo no solamente hace una clara critica al papel de la memoria histórica sino a lo fundamental que es para nosotros olvidar, aquello que nos da posibilidad de crear algo nuevo a partir de dejar atrás el lastre de nuestro ayer ya sea personal o cultural, tomar con conciencia aquello que nos sirve para reivindicar nuestra propia historia sin dejar de lado el presente y nuestro posible paso hacia al futuro, después de todo sabemos que al final todos terminaremos en el mismo sitio, bajo tierra.


Fuentes:

Nietzsche, Friedrich, 2006. Segunda Consideración Intempestiva.

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