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El pensamiento Socrático.
Autor: José Carlos Villalobos Ávila.

La época de mayor esplendor en Grecia transcurrió del año 1200 al 146 a.n.e. Abarca desde la edad oscura hasta la invasión dórica. En los anales de esta era queda registrado el nacimiento de Sócrates (470 al 400 a.n.e.). El lugar que ocupa este filósofo en la historia es muy significativo por sus singulares acciones, las cuales fueron escritas por la pluma de Platón, quien fue discípulo de Sócrates. En sus famosos diálogos, Platón narra las peripecias que vivió su maestro.
Hablar de Sócrates es interpretar la vida desde varios ángulos, no es una empresa sencilla, pero se puede intentar. Básicamente el pensamiento socrático se puede dividir en 5 partes: Su método, su virtud, su moral, el concepto de Inducción y su muerte.
El método socrático.
Se le conoce como mayéutica que significa “dar a luz” o “parto espiritual”, seguramente tomó ese concepto de su madre quien era matrona, o partera. Es decir, su madre ayudaba a dar a luz a seres humanos, Sócrates ayudaba a los humanos a dar a luz su conocimiento; sólo que él lo hacía de manera pedagógica. Con este método que consistía en hacer preguntas al interlocutor del tema en cuestión, obligaba a las personas a caer en contradicciones, para conducirlos después por el camino positivo haciéndoles ver su equivocación, para llegar por último al conocimiento desde su interior. Hasta la fecha se sigue utilizando en ramas como la matemática. Es verdaderamente ilustrativo el pasaje en la Apología de Sócrates donde aplica la mayéutica con Melito, quien fue uno de los que participaron en el juicio contra el maestro. Puede ser ese pasaje el origen de la famosa frase que lo identifica “yo solo sé que no sé nada”. Que por otro lado, el coloquio con el paso del tiempo, ha ido distorsionando perdiendo el sentido original. La referencia que se encuentra en el citado diálogo de Platón es la siguiente “… Luego que de él me separé, razonaba conmigo mismo, y me decía: —Yo soy más sabio que este hombre. Puede muy bien suceder, que ni él ni yo sepamos nada de lo que es bello y de lo que es bueno; pero hay esta diferencia, que él cree saberlo aunque no sepa nada, y yo, no sabiendo nada, creo no saber. Me parece, pues, que en esto yo, aunque poco más, era más sabio, porque no creía saber lo que no sabía—“. Así, se resume en lo que se conoce hasta hoy “yo solo sé que no sé nada”.
La virtud.
En Sócrates encontramos que su mentalidad se refiere a un proceso de esclarecimiento, significa que en el método socrático las preguntas que formulaba llevaban como fin aclarar el conocimiento. Por ejemplo, ¿Puedo quitar la vida a una persona? Esta pregunta puede parecer retórica, pero se contesta con otra pregunta, ¿Acaso es permitido moralmente matar a una persona? Con esto, se daba pie a continuar con otras preguntas que aportaran luz a las diversas interrogantes. Sin embargo, la doctrina de la virtud la presenta como una ciencia del bien. Llama la atención esta dualidad entre ciencia y valores como el bien, o la justicia. Afirmaba que el mal hábito en el hombre sucede porque no tiene conocimiento de él, por la ignorancia humana. Insistía en que el individuo al no saber que cometía un mal, no era virtuoso. En otras palabras, un conocimiento que no logra que el hombre sea consciente de su comportamiento no merece llamarse ciencia. La virtud es el total conocimiento del proceder del hombre. Una manifestación más del humanismo que lo caracterizaba.
La moral.
Sócrates sostenía que cuando el hombre es bueno, es por lo tanto, útil (utilitarismo), por lo que el valor de la conducta se determina siendo práctico. Existe una tesis que se le atribuye “más vale sufrir una injusticia, que cometerla”. Para él debe haber un punto que termine con las injusticias en lugar de continuarlas como una cadena. Se trata pues de un alto valor moral tratado por la ética que busca cambiar la percepción del trato entre las personas, lo cual en la actualidad no se consigue.
La inducción.
Sócrates vivía en franca contradicción con los sofistas, quienes se llamaban a sí mismos maestros del conocimiento. Estos personajes viajaban de una ciudad a otra tomando nota de la forma en que se desarrollaba la vida en esas Polis. Era común verlos en los parques y plazas compartiendo lo que ellos consideraban como conocimiento con la gente que acudía a obtener educación por ese medio, ya que en esa época no existían las escuelas. Desde luego cobraban por esa labor. A esta práctica se le llama conocimiento deductivo, partían de lo universal a lo particular. Sócrates aplicaba su método contra los sofistas desmintiendo así el llegar a conclusiones deductivas. Contrariamente afirmaba que el conocimiento debe partir de lo particular a lo universal a esto se le conoce como conocimiento inductivo. “Conócete a ti mismo” solía decir en alusión al lema del oráculo de Delfos.
Muerte.
Precisamente por la pugna que tenía con los sofistas se hizo de muchos enemigos que lo odiaban por exponerlos en público. Tanto, que fue objeto de un proceso acusado de corromper a la juventud y no creer en los dioses de la ciudad. Después de un mes de haber dictado sentencia contra él se llevó a cabo su ejecución. Sus amigos le instaron a escapar de prisión y exiliarse en otra ciudad lejos de Atenas. Pero Sócrates fiel a sus principios deshechó ese acto argumentando que significaría una injusticia, siempre recto con lo que predicaba, poniendo en práctica su tesis sobre la moral, prefirió morir. En los diálogos de Platón el Fedón y el Critón queda constancia que estaba convencido de que la muerte era el inicio de una nueva vida, puramente espiritual y llena de felicidad para todos los hombres que habían vivido buscando la virtud. En un acto de suma valentía y por voluntad propia bebió la cicuta, potente veneno que era utilizado en Grecia para causar la muerte de los presos condenados por sus delitos. Con ello fue congruente con el valor existencial que profesó toda su vida y aún a la hora de su digna muerte.
Vale la pena recordar sus enseñanzas en los tiempos actuales, en los que el renglón humanitario carece de importancia. En los que la virtud no significa nada. Tiempos en los que se vive solo por vivir, sin tener en cuenta los principios que le dan valor a la existencia.
Referencias bibliográficas.
1. Gutiérrez Saenz, Raúl. "Capítulo VI. Sócrates." Historia de las doctrinas filosóficas. México; Edit. Esfinge, 1971. P. 39.
2. Platón. Diálogos de Platón. México; Edit. Porrúa, 2015. P. 13