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Entre otras cosas: El leve Pedro.
Autor: José Carlos Villalobos Ávila

De una lista de 108 naciones de la UNESCO sobre el índice de lectura, México ocupa el penúltimo lugar.
En promedio, los mexicanos leen 2.8 libros al año, y sólo 2% de la población tiene como hábito permanente la lectura, mientras que en España se leen 7.5 libros al año y en Alemania 12¨. (PROCESO, 2013)
Las cifras hablan por sí mismas. Nuestro país no significa nada en materia de lectura. No existe ese hábito entre los mexicanos. Ahora que están de moda las ¨reformas¨, vale la pena que los legisladores tomen en cuenta estos datos para la reforma en materia educativa. Porque finalmente, y sin el ánimo de buscar culpables, la cultura de la lectura no nace únicamente en las aulas de las instituciones educativas. Este hábito debe promoverse desde el hogar.
La emergencia sanitaria ha evidenciado aún más este problema, pues los alumnos no ocupan su tiempo en la lectura, a pesar de que éste les sobra dado el necesario encierro en el que se encuentran.
En 1979 aproximadamente, en las aulas de las escuelas públicas (todavía no se daba el auge de la educación privada en México) especialmente, se podía apreciar todavía la discreta lucha de los profesores y las instituciones por educar por medio de la lectura al alumnado. Recuerdo que los niños de quinto y sexto año ya leían fragmentos de obras consagradas, de autores de renombre.
Cuando al principio de año les entregaban los libros gratuitos (sin faltas de ortografía claro) era un orgullo cargarlos cada día rumbo a la escuela. Recuerdo que se podían apreciar dos en particular: libro de ¨Español Lecturas¨, y libro de ¨Español Ejercicios¨. En ellos descansaba el aprendizaje de lectura, gramática y ortografía. Parece que fue ayer cuando un niño adquirió el gusto por la lectura con una de esas historias: El leve Pedro, de Enrique Anderson Imbert. Un fragmento de ese cuento narrado en lenguaje sencillo y hermoso era la mejor invitación a leer, a maravillarse con su historia, aún puedo ver a ese niño entrando al mundo de la lectura con ese cuento, y preguntándose qué le habría pasado a Pedro, personaje de esa historia, granjero bueno que junto con su esposa Hebe atendía su pequeño rancho cuidando de animalitos y siembras. Hasta que un día enfermó sin causa aparente, empezó a adelgazar sin que los médicos entendieran su mal. La mujer lo cuidaba mientras cada día iba languideciendo, bastaba un pequeño viento para que el pobre Pedro flotara por el aire asustado, gritando a su esposa que lo ayudara, hasta que… ¨Cuando corrió a la ventana ya su marido, desvanecido, subía por el aire inocente de la mañana, subía en suave contoneo como un globo de color fugitivo en un día de fiesta, perdido para siempre, en viaje infinito. Se hizo un punto y luego nada¨. Imagínense aquel niño terminando de leer eso, quedó ávido de más lectura. Determinado a seguir leyendo más y más, lo sé muy bien. Y lo sé porque ese niño era yo.
Referencias:
PROCESO. (22 de abril de 2013). Obtenido de https://www.proceso.com.mx/
Julia Villalobos Sánchez, @artist.v22, 2021, "Atardecer". Fotografía