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Fahrenheit 451
Por: Yaya Juárez

Hoy es común ver películas sobre el fin de la humanidad y sentirnos angustiados por pensar en que algunas de esas narraciones lleguen a hacerse realidad, pues hemos aprendido a reconocer que muchas de esas historias dejan la fantasía para convertirse en realidad. La novela de Ray Bradbury y su adaptación fílmica de 1996 son un ejemplo de cómo ponernos tensos al imaginar una sociedad donde la tecnología es tan avanzada que el gobierno tiene conocimiento y control total de lo que haces y consumes. La película nos presenta una sociedad distópica donde la labor de los bomberos es quemar libros (Bastantes libros sufrieron durante esta adaptación), puesto que están prohibidos por la ley, ¿y qué razón tendrían para quemar libros?, se preguntará usted. La respuesta es que crean infelicidad a las personas.
Guy Montag, nuestro personaje principal en la película, camino al trabajo conoce a una joven que le cuestiona sobre su trabajo y lo deja con dudas. Se dirige hacia una de las casas con reporte de tener libros escondidos y descubren una gran biblioteca. Durante el saqueo el jefe de Bomberos explica a Montag que los libros no contienen nada, aunque en algún momento cualquier bombero se sienta tentado en saber que hay en ellos, solo son idiotas que tienen la vanidad de escribir para sentirse superior a los otros y ganar un premio algún día, las novelas son fantasía, las biografías son historias de gente muerta y la filosofía solo confunde a las personas, no dan una respuesta al ser humano, confunden y asustan a las personas y las hacen infelices, además, agrega: “hay que ser todos iguales, Motag, debemos estar en el mismo nivel”. Mientras el jefe de bomberos alecciona a Montag, el guarda un libro cuidadosamente en su bolso. Montag decide robar libros para descubrir el contenido de los mismos, y es ahí donde Montag descubre que el conocimiento es poder y que el motivo por el cual se queman los libros es para mantener a la sociedad pasiva y entretenida, sin cuestionar el orden y las ideas imperantes, creando insensibilidad frente a los problemas que les rodean, pues ¿Cómo cuestionaremos lo que sucede si todos pensamos lo mismo? Por supuesto, esto provoca que Montag se vuelva un fugitivo de la ley y se una a un grupo clandestino llamado “Los hombres libro ” donde tienen la tarea de guardar el conocimiento por medio de la memoria y así transmitirla de manera oral a futuras generaciones (¿les suena familiar?) y de esta manera el conocimiento se preserve.
Debemos tomar en cuenta que Montak llevaba una vida superficial junto a su esposa quien se la pasaba tomando pastillas para calmar su depresión, consumiendo programas con contenido vacío para evitar enfrentar sus problemas y la infelicidad que le rodea. En la sociedad de Montag, como en la nuestra, lo visual es lo que predomina, podemos pensar en el impacto que tuvo la introducción de la televisión en nuestra sociedad, el desarrollo y poder que tienen hoy todos los dispositivos tecnológicos, el internet, las redes sociales. En la actualidad en nuestras vidas la cultura de lo visual ¿Cuántos de nosotros no nos aislamos en programas banales o en tiktok con el propósito de olvidar nuestros problemas y evitar pensar en nuestros pesares y caer en crisis existencial?
La quema de libros ha sido un ejemplo histórico de control político y de conquista desde la biblioteca de Alejandría, la destrucción de códices mayas y aztecas en 1530, las quemas de libros por los nazis el 10 de mayo de 1933, Argentina en 1980, Bagdad en el 2003. Está claro que el acto de quemar un libro representa que hay alguien que pretende controlar nuestro juicio, anteponiendo el orden y la percepción que se desea instituir y, sobre todo, eliminar la evidencia de un pasado, del pensamiento. Pues a través de la memoria y de la tradición escrita hemos logrado concentrar ideas de libertad, desde el conocimiento de los astros con personajes como Giordano Bruno (quien también murió en la hoguera), hasta la crítica política e histórica de Eduardo Galeano.
Fahrenheit 451 es titulada así por la temperatura en la que arde el papel, y lo importante de esta obra es que no solo es el papel el que se destruye, como diría el poeta Heinrich Heine, “donde se queman libros, al final se acaba quemando gente”.