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Finge que trabajas

Lo bueno de ser comediante es que no tienes un jefe. Mi jefe decía -Hicks, ¿Por qué no estás trabajando? -Porque no hay nada que hacer. -¿Por qué no finges que estás haciendo algo? -Tú finge que estoy trabajando… a ti te pagan más que a mí, tú fantasea.
(Bill Hicks)
Autor: Wizard
La persona que dice que ama su trabajo seguramente miente o en la pirámide organizacional se divierte explotando a sus súbditos (o eres ricachón o quieres quedar bien con el jefe).
El trabajo es, para Marx, una actividad que transforma la realidad para satisfacer nuestras necesidades físicas y espirituales. En otras palabras, el trabajo nos debe ofrecer la posibilidad de comer, un hogar y realizarte. Dentro del capitalismo no se pueden ofrecer ambas: o tenemos dinero o tenemos tiempo. Estamos como el perro de las dos tortas pero ocupados.
Los dueños se hacen ricos a través de la plusvalía: ellos te pagan un día por una cantidad pero tú produces mucho más de lo que te es remunerado. Tu salario es de tres hamburguesas por día pero en tu jornada haces más de cien. Todo ese dinero (de 97 hamburguesas) es para el dueño. Al número de hamburguesas que haces por día se le llama productividad.
El dueño desea que siempre seas productivo: que hagas más en menos tiempo. Pero, ¿qué sucede cuando no hay trabajo en el momento porque no hay clientes? El dueño verá qué te pone hacer porque está pagando por el tiempo. Para que cumplas con el tiempo y la productividad se crearán instrumentos de vigilancia como cámaras, checadores, etc. Un panóptico que permita vigilar cada movimiento, cada copia, cada distracción que pudieras tener en clase.
El patrón desea exprimir cada centavo invertido en ti. Como cuando nos bebemos la última gota de un jugo, no tanto porque nos guste, sino porque pagamos por él. Puedes cumplir con tu trabajo y adelantar lo que corresponde y pensar que al fin eres libre para realizar una actividad que te realice (o ver memes). Pero pagan por hora. En esa hora debemos fingir que trabajamos aunque ya hayamos realizado las labores que nos corresponden. Entonces la astucia mexicana aparece cuando buscar la manera de hacernos tontos.
En nuestro trabajo fingimos: fingimos que trabajamos mientras trabajamos. ¡El trabajo es una simulación! Estoy sentado en el escritorio mientras hago mi trabajo, pero cuando pasa el jefe debo aparentar que estoy trabajando aunque esté trabajando. En esta simulación tenemos dos elementos: el tiempo libre y el temor (de sentirse vigilado para ser castigado).
El “tiempo libre” que reclama el jefe no es libre porque estamos sujetos a la oficina. Por ejemplo: cuando un maestro tiene “una hora libre” no puede realizar mucho. Es una hora sin clases, nada más. El maestro no puede ir a su casa a comer, ni siquiera dejar las instalaciones escolares porque es poco tiempo para que realmente pueda ser tiempo de él. Entonces lo que hace es ir a la sala de maestros a calificar trabajo, atender pendientes. Siente que no ha salido de trabajar y está siendo vigilado por los demás.
Por otra parte, cuando el patrón (o a quien estemos subordinados) nos vigila, quiere que evitemos el juego dentro del área laboral. La frase “te pago para que trabajes” lleva implícito que no te diviertas. Aunque muchas empresas abogan a la diversión en el trabajo pero dicha diversión está sujeta a la productividad. La idea de juego-diversión del trabajo está sujeta al número proyectado. Ahora es: te puedes divertir si aumentas tu desempeño. Otra paradoja del capitalismo: para tener mejor productividad necesitas ser más eficiente (trabajar más), y así poder divertirte mientras trabajas. La idea de “ser feliz en el trabajo” en realidad es “la felicidad es trabajar”.
Por todas partes escuchamos la frase “si disfrutas tu trabajo nunca tendrás que trabajar” se ha hecho muy popular dentro del capitalismo que ha borrado las fronteras entre el tiempo de autorrealización y el tiempo de trabajo. Ahora medimos el éxito en términos cuantitativos y no cualitativos como pudiera ser el tiempo con la familia, amigos, aprendizaje personal por el placer del aprendizaje que no tenga que ver con ningún utilitarismo laboral. El patrón nos ofrece cursos de mindfullness con la finalidad de olvidar tus problemas materiales (pagar tu renta, tus derechos laborales, etc.) para que seas más productivo. El éxito se mide en ventas, en likes, en alumnos aprobados, en materias aprobadas y no en el aprendizaje desarrollado. No nos preguntan nuestros padres qué aprendimos y cómo nos sentimos en nuestro desarrollo, sino cuál es nuestra calificación.
La idea de pensar el trabajo como juego-goce para mejorar las condiciones materiales es la promesa que jamás será cumplida. En México solo 2.1% de la población podrá ascender de clase social. Esto nos dice que aproximadamente un 98% continuara en la misma clase social en que nació, según el informe de desigualdad de México 2018 del Colegio de México. Algo desalentador. Entonces, ¿para qué trabajar? O, mejor dicho, ¿para quién trabajar? El mito de “ponerte la camiseta” no garantiza siquiera el ascenso laboral, mucho menos el crecimiento económico.
Aunque la intención de Hicks siempre ha sido retar a cualquier autoridad faltándoles el respeto, el jefe representa el control del tiempo y las actividades del individuo. Bill recrea la fantasía de cualquier explotado: rechazar su autoridad y el poder que ejerce. Aunque sea solo una fantasía que se recrea cada vez que escuchamos el chiste, Hicks pudo decir lo que todos piensan pero nadie dice.