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Franco y la epistemología: por qué no hay comediantes chistosos.

Por: Wizard

Cuando nos preguntamos qué provoca la risa podemos llegar a varias respuestas. Una de las más conocidas es la sorpresa. La sorpresa o jalón de tapete, donde uno cree estar seguro. Aquí podemos identificar un rasgo importante del ser humano: nos gusta predecir. Nuestra conciencia siempre está arrojada hacia el futuro, como diría J. P. Sartre. Cuando caminamos siempre estamos pensando el lugar al que llegaremos: si estamos escuchando un chiste, queremos adivinar cuál es final “inesperado”. Este afán de querer ver el truco del mago puede ser nuestra arrogancia de decir “sé cómo funciona todo” o nuestro terror a la incertidumbre, a no saber qué pasará ni cómo pasará.

Pero, veamos cómo somos.

El comediante (de Stand Up, mayormente) va a los Opens Mics (micrófono abierto) a calar chistes nuevos. El proceso es escribir un chiste y ver qué tan efectivo es. O sea, saber si puede hacer reír o no. Si no hace reír puede ser el público, el espacio, pero, principalmente, es porque no está bien escrito (gramática), la entrega no fue la correcta (puede ser desde el tono de voz, la representación corporal, los gestos, la interacción con el público, el audio, las pausas, la energía, etc.). Y a veces el público parece no querer escuchar o reírse. ¿A qué se debe?

Con esa duda le pregunté a mi maestro de Stand Up, Víctor Tuxpan: ¿la gente se ríe de Franco Escamilla porque es muy chistoso o se ríe porque ES Franco Escamilla? Un problema de índole epistemológica, sobre cómo conocemos y cómo interactuamos con el mundo. Queremos saber por qué sabemos lo que sabemos.

Cuando conocemos el mundo lo hacemos siempre desde un lugar. Ese lugar es desde el pobre, el rico, el ateo, el escéptico, el incrédulo, el arrogante, el intelectual, el que cree que sabe, el ignorante y un sinfín de lugares que usted puede agregar sin problema.

Nosotros (principalmente el autor) creemos que somos objetivos (creemos que vemos el mundo como ES). Por una extraña razón siempre pensamos que el mundo se puede mostrar confuso para los demás pero para nosotros, seres especiales, se muestra tal cual ES. ¡Oh, privilegio fútil o condena divina!

Sin embargo, un fantasma recorre Europa: el fantasma de la subjetividad. Esto significa que en el mundo nosotros proyectamos nuestros más terribles traumas y experiencias. Cuando escuchamos a nuestra pareja o a nuestros padres, no escuchamos lo que dicen, sino lo que queremos escuchar (sea para reconfortarnos o confrontarlos). Recuerdan esa última discusión donde solo estabas esperando el error del otro para ganarle. Eso es.

Si no podemos conocer la realidad tal cual es, ¿Qué pasa cuando escuchamos a un comediante? Creo (pongamos esto en el terreno de la creencia para no afirmar una verdad absoluta) que escuchamos con quienes ya hemos logrado una simpatía. ¿Cómo se logra esa simpatía? Puede ser por una opinión o un sentimiento similar al de nosotros.

Es curioso (y confuso) cómo es que nuestros sentidos no suelen ser transparentes. Esto significa que nuestra experiencia no es tal cual se presenta. Pesa mucho saber que lo que consideramos lo más puro del ser humano (la experiencia, la reacción inmediata, sin pensarse) también está atravesada por alguna idea a priori (previa a la experiencia). Para ejemplificar piense en su película favorita o el celular que más le gusta. ¿Le gusta porque usted ha llegado a él o le gusta porque usted ha estado siendo influenciado por amistades, redes sociales y un entorno del cual es casi imposible salir? Hago especificación de que es casi imposible salir porque nuestro contexto nos envuelve, nos sobrepasa. ¡Qué horror! ¡Soy un autómata! (el autor lo es; usted, no).

Pasemos de Franco Escamilla, quien solo por decir ¡se mam*! logra generar una risotada estruendosa (autor, ahora dígalo sin llorar y sin envidia), a las mujeres en la comedia. Las mujeres no dan risa, se escucha decir.

Gloria Rodríguez en Comedia en Serio (con solo tres capítulos hasta ahorita y que, sin temor a equivocarme, el mejor podcast sobre comedia) explica que la mujer, en nuestra sociedad, está para ser vista, no para ser escuchada. Y aquí nos explica que la mujer tiene doble trabajo: demostrar que a pesar de ser mujer eres buena y que cada vez puede ser mejor. Y eso nos lleva a nuestra primera reacción cuando vemos a una mujer comediante (para demostrar que nuestra experiencia está sujeta a prejuicios) decimos: a pesar de ser mujer, es cagada. Como si la cualidad femenina ya viniera determinada de atributos (en su mayoría negativos. Lo único bueno que se le ve siempre es en relación al hombre como podría ser buena esposa, madre o ser atractiva… para el hombre).

Recuerdo cuando Carlos Ballarta mencionó que siempre le sorprendió (se le hacía gacho) que debía esforzarse el doble que sus compañeros. El fenómeno sucede así: llegamos a un bar de comedia y un moreno nos habla de lo que es ser moreno en México. En ese momento pensamos: habla de racismo, nos quiere convencer que sufre pero no creo que exista el racismo porque él está en el micrófono hablando; si hubiera racismo él no podría estar aquí. Mi mente me dice que no lo escuche. Tal vez esto no funcione como lo planteo; puede ser inconsciente: solamente me distraigo ocasionando que su trabajo sea más difícil. Exigirle como público menos que es Escamilla no es muy franco de nuestra parte.

El mismo fenómeno a mujer, morenos, entre otros desplazados (o resentidos sociales, bajo las palabras de cualquier panista). Gloria menciona que es como estar bajo una lupa que llega a quemar. Para eso recordemos cómo somos de público. Y siempre, antes de escuchar lo que dice, o si es chistosa o no, sino que juzgamos cómo se ve.

Gloria menciona que nos comportamos como algoritmos. Esto se refiere a que cuando escuchamos ciertas palabras nos cerramos. Las palabras claves de repulsión sin siquiera escuchar son: homosexual, feminismo, moreno, etc. Este bloqueo expresa lo explicado arriba: nuestra mente se cierra con palabras con las cuales no simpatizamos porque ideológicamente no compartimos. Irónicamente, los argumentos que se escuchan es que ya nos quieren convencer de su ideología (como si nosotros careciéramos de una). Es ideológico también no escuchar a alguien solo porque no compartimos lo que dice (realmente dejamos de escuchar antes de saber).

Muy puntual la observación que hace Gloria al decir que la mujer ha aprendido la autocrítica. Sin embargo, el hombre no. La mujer ha escuchado por años ser tachada de histérica y el hombre escucha feminismo y se asusta (realmente se enoja porque no conocemos otra emoción). Nos dicen que nos equivocamos y no lo aceptamos. Recordemos que la pregunta es: ¿por qué dejamos de escuchar a una comediante? ¿Dónde ponemos la línea de lo que consideramos digno de ser escuchado o digno de nuestra risa? ¿Nuestro cuerpo al reírse también está atravesado por una ideología, un prejuicio, que impide que escuchemos a lo otro?

Como docente y como alumno, recuerdo los trabajos en clase y las mujeres siempre son muy detallistas con sus actividades. La excelencia en sus apuntes (ahora que me toca revisarlos) y, por otra parte, el desorden y la horrible letra (mía y otro compañeros). Pero nos parece normal porque se asume que el papel de la mujer es la excelencia, ese doble esfuerzo. Y al hombre, por su parte, se asume que va hacer las cosas feas, pero es porque así es. El esencialismo: creer que hay una esencia, una naturaleza que va más allá de nuestros esfuerzos por hacer.

Podemos ver a Escamilla (por poner un ejemplo) y pensar que es hombre y que son así. Por otra parte, exigir la excelencia a otros grupos. Recuerden cuando una persona se le exige menos porque tiene algún atributo físico. Ahí nuestra experiencia está sujeta a ciertos condicionantes que van desde la clase social, la raza, el género, la religión, etc.

Platicando con un compañero comediante sobre el show de Kike Vázquez en Ensenada y en Tijuana, llegamos a un punto importante: la gente de Tijuana no te escucha si no eres famoso. Estoy casi seguro que el estar ubicado en la frontera más transitada del mundo y comprar en la Ross ropa de marca (barata) nos ha hecho sentir que solo merecemos “lo mejor”, a los famosos: me río porque ES Franco. Y olvidamos que para tener buenos comediantes locales, se necesita también de buen público. Un público que escuche y se ría si es chistoso y no se ría si no es chistoso. Al final, comediante y público se nutren mutuamente.


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