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Harriet Taylor Mill, una contestataria, una libertaria, un camino hacía el derecho al voto femenino.

Por: Paola Juárez

“¿Cómo podríamos llamar de una manera verdadera

y razonable ‘universal’ al sufragio, mientras la mitad

de la especie humana permanece -excluida de él?”

-Harriet Taylor Mill (1807-1858)


Contexto: Revolución Industrial

Situación: La desigualdad de la mujer

Ideas: Reestructuración de la sociedad, un cambio hacia la igualdad de derechos y libertades políticas, laborales y sociales para las mujeres.

Nombres: Harriet Taylor Mill y John Stuart Mill

Vamos abriendo paso dentro del mismo contexto del escrito anterior pero ahora conoceremos a otra mujer, una que nos va ayudando a clarificar los retos que tenía frente a ella y que con su inteligencia y propuestas liberadoras van abriendo camino hacia los derechos que hoy disfrutamos como ciudadanas, como por ejemplo, el derecho al voto y a una educación igualitaria, porque sucede que en aquel entonces, por sorprendente que les parezca, a las mujeres no se les permitía la misma educación que a los varones, no podíamos tener en nuestro poder el increíble alimento del conocimiento que la educación nos proporciona, no teníamos derecho a gozar, por nuestra situación de ser mujeres, de esos espacios de investigación, de libertad intelectual, de esa puerta inmensa que se abre en nuestro cerebro cuando conocemos algo nuevo, algo que sorprende, que llena, que emociona, una igualdad de libertades, de oportunidades laborales, de derechos sociales y jurídicos y un largo etcétera, no es de sorprender entonces que la sociedad estuviera idílicamente favorecida hacia los varones, la construcción social era así, próspero para los varones, adverso y brutal para las mujeres.

Toca el turno de revisar y conocer a otra feminista, pero a ella se le reconoce como filósofa, tal vez, y espero me equivoque, por la unión tanto intelectual como marital que tenía con uno de los filósofos más importantes del siglo XIX : John Stuart Mill.

A John Stuart Mill se le sitúa dentro de la corriente filosófica denominada Utilitarismo, según el diccionario de filosofía de Nicola Abbagnano, el padre de John Stuart Mill: John Mill, afirmó haber sido el primero en usar la palabra Utilitarismo, aunque también fue utilizada por Jeremy Bentham, un filósofo Inglés, la cuestión de porqué la utilizaban de distintas maneras es menester de otro ensayo.

Nos explica este diccionario de filosofía que el Utilitarismo intenta transformar la conducta humana y tenía que ver, por lo tanto, de lo que el ser humano decide al hacer las cosas, pero por ahora nos centraremos en Harriet, en el texto de Ingeborg Gleichauf “Mujeres filósofas en la historia” nos dice que Harriet Taylor Mill nació en Londres en el año de 1807, vivió por lo tanto en la época de la Ilustración pero pronto se dio cuenta que esos ideales de la razón iluminadora y que prometía luchar contra la oscuridad de la ignorancia tenía límites: estaba pensada sólo para los hombres.

Ella lo vivió principalmente en su educación, a ella la educaron de acuerdo a lo que se tenía en cuenta de lo que una mujer podía o debía ser o hacer: una buena esposa, madre y ama de casa, debido a esto fue obligada a casarse con un industrial diez años mayor que ella: John Taylor, quien al parecer era un buen partido, al menos económicamente, se casan y tienen tres hijos, se dice que aunque fue madre y ama de casa, continuó formándose intelectualmente, lo que podríamos llamar una autodidacta, y escribió varios ensayos y poemas.

Más adelante el marido de Harriet muere y ella, dos años más tarde, se casa con el filósofo John Stuart Mill y junto con él, se crea una estructura conyugal que fue socialmente escandalosa precisamente por la forma en que ellos crearon su enlace tanto intelectual, a forma de juntos concebir nuevas ideas para el recién formado feminismo, como político, al él rechazar el poseer bienes sobre su esposa Harriet.

Nos dice Darmanin en su texto que “Ambos tienen clara, por otra parte, la resistencia social existente a un cambio tendiente a la igualación de géneros mediante una legislación que cancele la diferenciación masculino–femenino y generalice la categoría de persona para ambos sectores humanos. En forma reiterada hacen referencia a la argumentación imperante fundada en el valor de los sentimientos y de la preservación de la familia. Y de modo igualmente coincidente proponen la igualación en los planos jurídico, educacional, laboral y político, pues interpretan como “una injusticia para el individuo y un perjuicio para la sociedad” el hecho de que el cincuenta por ciento de la población, esté sometido a la otra mitad”.

Así entonces piden igualación e igualdad, tanto de los cargos políticos como los de la administración política que deberían estar abiertos a la mujer, se trata de que las personas que eran más competentes puedan ostentar un puesto ¿y quién podría negar que las mujeres no podrían hacerlo si muestran las capacidades necesarias? pues a ellos no les parecía justo que por cuestiones de género, la mitad de la población no pudiera hacerlo.

Y nos sigue exponiendo Darmain que “En la búsqueda de justificación sobre la capacidad política de la mujer, y la injusticia –para ellas y para la sociedad- de privar de los servicios de personas competentes al conjunto social, los Mill recurren a diversos argumentos. Por un lado hacen referencia al absurdo de argüir una incompatibilidad entre la política y la tarea doméstica que no se establece con las actividades masculinas, siendo que, para ambos casos, corresponde la aplicación del mismo criterio: la falta de tiempo para combinar dos quehaceres es atributo de las personas implicadas y, por tanto, no deben dictarse leyes de exclusión en detrimento de todo un sector social. Por otro lado señalan el papel cumplido por algunas reinas y princesas en Europa y Asia”. Porque resulta que había pasado en la historia que algunas mujeres nobles de la Edad Media se les había atribuido la paz, al haber conseguido tratados que terminaran con la guerra y que fueron hábiles negociadoras por ellas mismas, sin que alguna otra persona estuviera presente, como por ejemplo, la tía del emperador Carlos V y la madre de Francisco I, a este episodio de la historia se le conoce como “La paz de las damas”.

Otra cuestión que Harriet defendía era la exigencia de empleos para las mujeres, empleos que ella llamaba “honrosos” y que fueran a base de competencia, ya que cada vez estaba más presente el sistema capitalista, ella veía que se debía competir por un empleo y era menester que las mujeres también tuvieran la oportunidad de demostrar su capacidad de poder tener, a base de sus aptitudes, derecho a un instrumento potente: el dinero.

El esposo de Harriet, John Stuart Mill no lo veía tan bien porque creía que esto traería una baja de salarios en el mercado y creía que si la mujer trabajaba sería más pesado para ella, pues tendría una doble carga, la de la casa y la del empleo, pero para Harriet era distinto, ella creía que la disponibilidad de tener dinero garantizaba la igualación porque para ella, las mujeres que contaban con un sustento propio no podrían ser tratadas con el mismo desprecio y tiranía.

Se me ha acabado el espacio pero no las opiniones, lo que me resta por comunicar es que Harriet pensó en esas ideas y derechos que hicieron crecer en la sociedad, una raíz fuerte para que hoy en la actualidad podamos tener la fuerza, la igualdad y el derecho de hacer valer nuestra opinión, para que cada vez sea menos la situación de dominio-sujeción por parte del hombre hacia la mujer, para que haya menos desigualdad, tanto jurídica como social, marital, laboral, económica, profesional… sé que aún existe y no se borra porque ella haya existido y haya levantado su voz, su pluma, sus ideas, aún así, siento que mientras más nos informemos, más sepamos y más nos eduquemos, será menor la fuerza de este patrón tradicional que obliga a la mujer por sometimiento, a tener menos aptitudes, menos ingresos y menos capacidad ante el que debería ser su igual: el varón.

Aún falta mucho por conocer de esta grán mujer y los invito a investigar, a leer, a saber… hay que atreverse y aventurarse en las vidas de aquellas que han hecho cambios por nosotras y por todos en general, lo dice bien John Stuart Mill en su texto “La esclavitud femenina”: “Niego que cualquiera sepa o pueda saber, la naturaleza de los dos sexos, siempre y cuando solo hayan sido vistos en su relación actual el uno con el otro. Hasta que existan las condiciones de igualdad, nadie puede evaluar las diferencias naturales entre hombres y mujeres, las cuales han sido distorsionadas. Lo que es natural para los dos sexos solo se puede descubrir, permitiendo que ambos desarrollen y usen sus facultades libremente.”


Referencia Bibliográfica:

https://drive.google.com/file/d/1MvyaJC4fzG0I8PELVHtmAHhNVfO6UO32/view?fbclid=IwAR2h7xgk_ZtPAT62A1kpFAyELXHyxetNQc0Mpx-uQuYVZb4fckI_DP65Gv0


https://cdsa.aacademica.org/000-108/831.pdf?fbclid=IwAR0pFszRfp3_v4-UZNjIXQDphdnnFQLrIzJ6kbITzc7jxuaH7amclKPmJOI


https://www.prd.org.mx/libros/documentos/libros/Esclavitud-Femenina.pdf

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