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La filosofía y yo.

Autor: José Carlos Villalobos Ávila
Hace unos años, en mi época de universitario, como muchos estudiantes que recién ingresan a la licenciatura, era yo un idealista. La imagen icónica del Che Guevara contribuyó para ello. Algunos compañeros que ya habían cursado la licenciatura en historia ahora probaban suerte en la Facultad de Contaduría y Administración, la misma que me inscribí ese semestre. De repente, me vi influenciado por esos compañeros con ideas revolucionarias. Marx, la revolución Cubana, Lenin, etc.
Era mucha información, y poco entendía cabalmente los conceptos en los que según yo creía, y los cuáles defendía. El internet estaba en pañales en ese tiempo, la biblioteca era nuestra única fuente de consulta. Cuando comencé a leer algo sobre la vida del Che, o Lenin, me encontraba con palabras que no conocía. “Marxismo –leninismo”, por ejemplo. Tuve que investigar más sobre esos temas. Hubo que retroceder, como Lenin, quien en su afán por el conocimiento estudió filosofía durante dos años completos en la biblioteca pública de Berna en Suiza.
Así, en esta búsqueda, llegué hasta Tales de Mileto, el primer filósofo registrado en la historia, y los demás de la antigüedad: Anaxímenes, Anaximandro, Pitágoras, Heráclito y Parménides. El gran Sócrates, su discípulo Platón y el llamado filósofo de la razón, Aristóteles. Después vino la Edad Media y su oscurantismo religioso, los dogmas de la era Escolástica y la Patrística que dominaron al mundo durante siglos y no permitieron el libre pensamiento. Consecuentemente, el Renacimiento brindó a la humanidad la oportunidad de reivindicar su postura racional. En la Edad Moderna surgieron hombres como Descartes, Kant, Locke, Leibniz, Hobbes y Hume. Con esta nueva generación de filósofos se dejó atrás el pensamiento que afirmaba que Dios era el centro de todo el universo y el hombre se convirtió en el centro de la razón. Fueron cuatro grandes corrientes que se desarrollaron en esa época: el racionalismo, el empirismo, la ilustración y el idealismo. Vi pasar sus aportaciones una por una, producto de pensar, de analizar, de cuestionar al mundo que los rodeaba haciéndose preguntas que han dejado como un legado perenne, y que aún en nuestros días continúan vigentes.
Mi contacto real con la filosofía lo recuerdo perfectamente. Estudiaba el quinto semestre de Contaduría. La facultad de Humanidades se ubicaba al costado de la facultad de Contaduría y Administración. Aquella ocasión, mi horario quedó sin asignaturas los días lunes y miércoles de 19.00 a 21.00 horas. Ese tiempo lo aprovechaba para alimentarme y leer. Un día, en mi camino hacia la cafetería del campus descubrí una pequeña biblioteca que asomaba tímidamente en las inmediaciones de Humanidades. Desvié mi camino hacia ella y decidí entrar. Dentro, la encargada, una chica de sonrisa afable preguntó si me interesaba por algún título en especial, pero yo no estaba seguro. El lugar, aunque reducido, lucía abarrotado de libros. Me dirigí al estante cuyo letrero decía claramente “filosofía”. Por fin encontré un libro que por su título llamó mi atención, aún lo llevo en mi memoria. “Los filósofos entre bambalinas” de W. Weischedel. Es una singular obra, en la que el autor trata una parte de la vida de diversos filósofos de la antigüedad. Nos expone detalles que no se ven en las obras convencionales de estos personajes. Nos acerca a ellos de una manera más humana. Como el enojo de la mujer de Sócrates por sus “continuas juergas y ausencias socráticas”.
A partir de ese momento, me dediqué aprender de los filósofos y las etapas en que se desarrolló el pensamiento filosófico.
Esa inquietud me ha permitido impartir clases sobre esa asignatura tan interesante como fascinante. Y cada vez que estoy frente a grupo no puedo evitar lamentar que se contemple un solo semestre de nivel medio superior para esta disciplina tan importante y formativa del ser humano. Porque el saber común todos podemos desarrollarlo, es aquel que hacemos diariamente de forma mecánica en nuestra vida. Despertar, levantarse de la cama, tomar una ducha, vestirse, preparar un café, son acciones que no necesitan una reflexión. Pero el saber filosófico implica pensar, cuestionar la realidad, liberarse del mito y someter a la razón todo pensamiento. Ya lo decía René Descartes en su obra el discurso del método, que las demás ciencias toman sus principios de la filosofía. Por esto se debe cultivar en los estudiantes el gusto por ella, eso los hará sin duda hombres y mujeres libres en sus razonamientos.
Por mi parte, debo decir que el estudiar filosofía me ayudó a tener una visión del mundo más objetiva y concreta. Atrás quedaron mis primeras impresiones y mis ideas revolucionarias infundadas… y el che Guevara.
Si algún rasgo de idealismo aún permanece en mi existencia, es justo decir que es mucho menor que en aquellos tiempos que ignoraba esta disciplina.
Por la filosofía comprendí ramas como las matemáticas, finanzas, derecho, ciencia política, economía y algunas más que me ayudan actualmente en mi quehacer profesional. Es la filosofía quien me hizo incursionar en la docencia la cual me permite recordar diariamente a mis educandos la importancia de ella y mantener viva su esencia. Porque contrariamente a lo que piensan algunas personas, la filosofía no ha muerto, permanece ahí, de pie, cada vez que adquirimos conciencia de nuestro entorno, de la realidad. Como hace más de 2600 años lo hicieron aquellos pensadores de la antigüedad.
Bibliográficas:
1. Sócrates se divorcia. https://www.boulesis.com/boule/socrates-se-divorcia (consultado el día 11 de febrero de 2020)
2. Lenin. Personajes de la Historia. Ana Cecilia González Cázares. Editores Mexicanos Unidos (58-59)
3. Las pasiones del alma /El discurso del método. René Descartes. Edit. Lectorum Pag. 134
4. Textos Filosóficos. Jesús Montejano Uranga. Cuarto semestre Preparatoria Abierta Pag. (22-23) SEP