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Los olvidados
Por: Yaya Juárez

¿Alguna vez has apartado la vista cuando vez a personas mendigando en la calle? Caminando por la ciudad no es difícil esquivar la pobreza, los invito a dar una vuelta por la zona centro, gente caminando sonriente hacia bares, restaurantes de moda, consultorios dentales con arquitectura moderna para agradar a nuestros invitados de lujo, los norteamericanos. Y dentro de todo ese ajetreo tenemos niños vendiendo rosas en la esquina, en el semáforo a otro pequeño dando espectáculo de malabares junto a su padre y, a escasos metros, la zona norte, lugar de renta de cuerpos en cada esquina. Observar nuestro entorno a veces puede generarnos un pequeño malestar, pues nos hace encarar que hay algo que no funciona en nuestra sociedad y que tal vez nosotros somos parte de ello. Este sentimiento crudo lo retrata también la película Los Olvidados de Luis Buñuel. La película se estrenó el nueve de noviembre de 1950 y causo un gran revuelo entre los actores del cine de oro del país. Si usted no ha visto la película, le advierto el spoiler que se avecina y, por qué no, le invito también a cuestionarnos un poco sobre aquello a lo que todos tememos y nos hacemos de la vista gorda, la pobreza.
Los olvidados nos presentan el dilema de las grandes ciudades, esas que consideramos de primer mundo y que, a pesar de los grandes edificios y del retrato de avanece frente a los demás países, hay algo que todos quieren esconder bajo la alfombra: los grupos marginados. La historia se centra en los niños-adolescentes en situación de calle, y nuestro personaje principal es Pedro un adolescente de unos 12 años que vive en la calle junto con otros adolescentes que buscan al mejor candidato para asaltar y así poder comer. Pedro tiene una madre joven que trabaja lavando ropa y que apenas consigue dinero para alimentar a sus cuatro hermanos menores. La madre constantemente rechaza a Pedro porque se la vive en la calle y sobre todo porque al ver a Pedro recuerda al padre que abuso de ella cuando apenas tenía catorce años. Pedro busca constantemente el amor de la madre y ante su rechazo prefiere las calles y lo que pueda conseguir de ellas. Otro adolescente un poco mayor es el Jaibo quien acaba de escaparse de la correccional y es el alfa de toda la pandilla al ser considerado el más “macho”. El Jaibo dirige a los demás y los instruye en como robar incluso a aquellos que son igual de marginados que ellos, su primera víctima es un anciano ciego que canta en las calles con un tambor y pide dinero en las calles y después a un inválido. Pedro y El Jaibo comienzan a juntarse un poco más hasta que el Jaibo en un ajuste de cuentas termina matando a otro joven y robándole. Podemos ver la transición en la que El Jaibo ya no solo se conforma en robar sino que trasgrede un límite y ahora ya no le importa arrebatar la vida para conseguir lo que quiere. Sin embargo, para Pedro la muerte del adolescente es traumática y le atormenta la conciencia, quiere cambiar, sueña con la muerte del chico una y otra vez y decide reformarse, pero cada vez que quiere hacer las cosas bien hay obstáculos, la falta de oportunidad, el rechazo de la madre, las calles que cada vez le recuerdan el lugar donde pertenece y, por supuesto, El Jaibo que cada día le tiene presente la deuda hacia él por ser cómplice de su delito. Además de Pedro y el Jaibo tenemos otros personajes y su dolor al estar en un mundo donde al parecer a nadie les importa, El Ojitos, un niño indígena que su padre abandona en el mercado porque, como le dijo el ciego, es una boca menos que alimentar. Hay otros jóvenes que se sienten desamparados y abusados por los adultos que buscan aprovecharse de ellos como fuerza de trabajo. Pedro que quiere cambiar para ver si así gana el amor de su madre, es ingresado en una escuela (reformatorio) para aprender un oficio y poder reingresar a la sociedad como un hombre de bien. El proceso es difícil para Pedro, pero el director le da una prueba de confianza y le pide un mandado con cincuenta pesos, Pedro está dispuesto a que el director sepa que es digno de confianza, que es bueno y que puede cambiar, camina y va rumbo a cumplir las instrucciones de su director cuando El Jaibo llega y le roba. Pedro está tan cansado de fracasar y sentirse amenazado por El Jaibo que decide matarlo para librarse de él. Pedro lo busca durante el día y finalmente descubre donde duerme y se decide a aniquilarlo, sin embargo, en la pelea Pedro muere en el gallinero de una familia del barrio pobre de los alrededores. El Jaibo sin saber que la policía ya lo tiene en la mira termina balaceado por la policía. En la calle se puede ver a la madre de Pedro buscándolo y preguntando a los vecinos del barrio por su paradero, mientras la familia del gallinero lo esconde y desecha en el basurero por temor a que la policía los inculpe por el delito cometido.
El pobre y la fábrica de sueños, el cine.
En el cine de la época de oro podemos encontrar películas dramáticas donde se retrata a la pobreza como virtud y a los personajes como ignorantes pero felices, como un destino que los acerca a la santidad y que deja al espectador esta sensación de que no importa que uno esté en la miseria siempre se puede ser feliz. La particularidad de Los Olvidados es que, a través de una investigación de meses, en los barrios más pobres del país, Buñuel logra mostrarnos las condiciones de miseria, el lenguaje del barrio y como los niños de la calle que a falta de oportunidades terminan como delincuentes y no presenta un final feliz. Esto resulto en un profundo descontento de los espectadores de la época e incluso se buscó eliminar ¿Por qué descontento? Este malestar es el que me gustaría abordar y discutir con usted, querido lector. Primero, podríamos decir porque es deprimente, perros en la calle, basura, barrios de rompecabezas de cartón, niños desamparados, el hambre, la suciedad, la desesperanza, la criminalidad, la impotencia, la vida cotidiana. Ahora ¿Quién quiere ver la vida cotidiana en el cine? ¿Acaso no es de la que queremos escapar? La vida ya es lo suficiente difícil como para encararla a través de una pantalla.
Segundo, ¿Qué esperamos ver? Los filmes populares nos brindan la historia del hombre común que logra la riqueza, historias de éxito, rostros y cuerpos bellos casi perfectos, finales heroicos, el triunfo del amor, historias de opulencia, logros casi imposibles para la mayoría de nosotros, finales perfectos. ¿Por qué queremos ver esto? ¿Queremos proyectarnos a través de esas historias? ¿Auto realizarnos aunque sea en la fantasía?
Es probable, cuando la película Los Olvidados se estrenó, México estaba en un periodo de modernización y los sindicatos acusaban de mostrar falsa imagen de la realidad mexicana, como si al retratarla la hiciera “realidad” y evidente ante el mundo. Como si a través del retrato del México urbanizado, interpretado por actores y actrices de aspecto extranjero que distan de la semejanza de muchos de nosotros, nos acercaran cada vez a la prosperidad. El cine como la herramienta perfecta para esas construir fantasías. Ya lo diría el filósofo Zizek, el cine es "la más perversa de las artes porque no te dice sólo qué desear sino cómo desear", y me parece pertinente que cuestionemos las fantasías que se nos presentan, ¿Son nuestras? ¿Quién las construye para nosotros? Y lo más importante ¿Qué finalidad tiene? Lo invito querido lector a que se acerque a esta obra de Buñuel considerada patrimonio de la humanidad por UNESCO y por supuesto lo invito a no desviar la mirada durante su trayecto por las calles de la ciudad.