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Olympe de Gouges, Revolución y Muerte.

Por: Paola Juárez

“Mujer, despierta: la campana de la razón se hace oír en todo el universo. Reconoce tus derechos”


Creo que es de vital importancia que los seres humanos recientes que habitamos este espacio en común que se llama sociedad, volvamos atrás para reconocer y reflexionar sobre lo que grandes hombres y en el caso de este espacio textual, las mujeres, han logrado y que la mayoría de las veces no es enseñado ni por las escuelas, ni reconocido por la sociedad, ni puesto en letras para poder darnos cuenta de las grandes mentes femeninas que nos han precedido, porque siempre aparece el estigma y el lastre de que la mujer siempre tendrá una mejor función en la sociedad como esposa y madre y hasta ahí, pero regresando a tiempos anteriores nos vamos a dar cuenta que desde el periodo del Siglo de las Luces algunas mujeres ya discutían y se reunían en grandes salones junto a los intelectuales de la época para cambiar esta condición de confinamiento y estancamiento ¡como no! a un hogar y una familia.

Dentro de ese círculo de mujeres inteligentes y luchadoras está una que es de vital importancia porque no sólo habló y consideró la situación de las mujeres sino también de la esclavitud de la raza negra, acción que no podía pasar desapercibida en especial para los acomodados dueños de aquellos que sin duda representaban estos esclavos toda su riqueza, entonces tuvo esta mujer, al hablar y defender derechos tanto de mujeres como de esclavos, grandes y poderosos enemigos que terminaron cortando su cabeza, literalmente.

Vamos a entrar en tema diciendo que la Ilustración fue un movimiento cultural, filosófico, político y pedagógico de grandes magnitudes que implicaba el progreso de la humanidad, este movimiento cultural entró a una sociedad que era sierva de la ignorancia, de la superstición, de las tradiciones y de la opresión, esta generación de gentes que se va formando en el periodo de la Ilustración es una que defiende los derechos naturales del hombre y los ciudadanos (ojo, aquí la mujer no era considerada una ciudadana).

Dentro de este lapso de nuestra historia se trata de reconstruir todo lo que se tenía por cierto, se comienza a examinar la realidad por supuestos fácticos (hechos) y no sólo por mitos o revelaciones bíblicas y todo lo que se tenía por cierto con base en estos medios ahora debía ser verificado de nuevo, pero ahora los ilustrados no se preguntaban qué es algo sino cómo funciona y era importante la comprobación del resultado, otra característica de este tiempo es que consistía en la confianza de la razón y la experiencia personal, en quitarles a los hombres ese miedo que los aquejaba, miedo al otro, miedo a dios y miedo al Estado y darle a estos hombres la confianza en sí mismos, en sus decisiones y en su ciencia.

Es justo en este contexto en el que aparece la mujer detractora de la esclavitud y defensora de los derechos de las mujeres Olympe de Gouges, dice Auffret que “El nombre de Olympe de Gouges (1745-1793) no debe llamar a engaño: este hermoso nombre sonoro fue su primera invención, la creación de sí misma. Nació en Montauban con el nombre de Marie, hija oficial del carnicero Pierre Gouze y de Anne-Olympe Mouisset. Pero sería la hija bastarda del marqués Le Franc de Pompignan, un poeta que ella admiraba y al que recurrió, sin obtener nunca de él un reconocimiento público. Se casó a los diecisiete años con Louis Aubry, encargado de la mesa del señor de Gourgues, intendente de la ciudad, y tuvo un hijo, que renegaría de ella en los momentos difíciles”.

Ella toma su apellido de uno de los nombres de su madre “Gouze”, se mudó a París con su hijo a su cargo porque en su domicilio conyugal se aburría, cuando se convirtió en viuda tuvo que superar dos dificultades: apenas sabía escribir (aunque se expresara maravillosamente) y su lengua occitana (una lengua romance de Europa) pero como el francés era su segundo idioma pronto aprendió a expresarse en él, escribió novelas y obras de teatro como el libro “Zamore et Mirza” que trataba sobre la esclavitud de los negros, cuando esta obra fue puesta en escena en 1789 se organizó un alboroto que la hizo detener. Luego ella encuentra un nuevo aliento en la Revolución con el tema de la igualdad de las mujeres, escribió en 1789 que “¡La mujer pretende gozar de la Revolución y reclamar sus derechos a la igualdad!”. También se le adjudica la famosa y poderosa frase “La mujer tiene el derecho de subir al cadalso: debe tener también el derecho de subir a la Tribuna» (artículo 10 de su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana). También nos cuenta Auffret que en 1788 Olympe ingresa al terreno político cuando lanza su primer folleto “Carta al pueblo o proyecto de una caja patriótica” pero en abril de 1791 la Convención decretó que así como las mujeres, los menores de edad y los deficientes mentales, no tenían el estatus de ciudadano y se cerraron los clubes femeninos, además que en mayo de 1794 se prohibió la presencia de mujeres en las asambleas políticas, también en mayo de 1795 se prohibieron las reuniones de más de cinco mujeres y se les ordenó permanecer en el hogar, para este año Olympe ya había sido guillotinada ya que este evento sucede en 1793.

El libro de Auffret nos dice que “En 1791, había publicado, dedicada a la reina, su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, calcada de los Derechos del Hombre, con este preámbulo: Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Es una mujer quien te lo pregunta: al menos, no le quitarás ese derecho. Dime: ¿Quién te dio el supremo imperio de oprimir a mi sexo? […] Extraño, ciego, envanecido de ciencia y degenerado, en este siglo de luces y de sagacidad, en la más crasa ignorancia, quiere mandar como un déspota sobre un sexo que ha recibido todas las facultades intelectuales; que pretende gozar de la revolución y reclamar sus derechos a la igualdad, por no decir más que eso…”.

Es bien sabido que en 1791 escribe su obra más radical “La Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana” aquí no sólo exige la igualdad de los sexos y la ciudadanía, sino también para los hombres de color y entre algunos de los artículos que ella escribe que en total son 17, estos nos llaman más la atención:

Artículo 1–. La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden basarse en la utilidad común.

Artículo 6–. La ley debe ser la expresión de la voluntad general; […] todas las ciudadanas y todos los ciudadanos, por ser iguales ante ella, deben ser igualmente admisibles a todas las dignidades […] sin más distinciones que las de sus virtudes y sus talentos.

Artículo 13–. Para el mantenimiento de la fuerza pública, y para los gastos de administración, las contribuciones de la mujer y del hombre son las mismas.

Además de esto Olympe pensaba ya en los contratos de matrimonio, para ella el contrato del matrimonio daba derecho al divorcio cuando las dos partes estuvieran de acuerdo sólo permaneciendo juntos mientras ambos quisieran estarlo, también el derecho de los hijos de llevar el apellido de sus padres (suponemos que lo pensó por ser ella misma una hija no reconocida de su padre), además de la obligación de los padres al reparto equitativo de sus bienes a sus hijos dentro y fuera del matrimonio.

Nos damos cuenta que Olympe era una mujer rebelde, consciente de la sociedad en la que vive y de la que participa, por eso lucha, por eso frecuenta las letras, la revolución de la igualdad de los sexos es algo que siente por los poros de la piel, que le apasiona, expresaba a través de sus obras de teatro y sus panfletos el malestar de la sociedad y no sólo de su situación como mujer, al parecer siempre daba un consejo “Sean más sencillas, más modestas y más generosas unas con otras” algo que vale la pena tomar en cuenta, especialmente en nuestro tiempo.


Fuente:

Auffret, S. (2020) La gran historia del feminismo.


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