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¿Quién le pone el cascabel al gato?

Actualizado: 2 jun 2021

Autor: José Carlos Villalobos Ávila.

Hay una fábula cuyos protagonistas son un gato y un grupo de ratones que cohabitan en una vivienda abandonada. La historia va, palabras más, palabras menos de que el gato se había propuesto cazar a cada uno de los roedores, y vaya que lo estaba logrando. Ante esta situación se convocó a una junta con carácter de urgente entre los ratones que preocupados por esta situación buscaban entre todos una posible solución. Después de un tiempo de escuchar opiniones que no llevaban a nada uno de ellos dijo por fin: Esto se solucionaría colocando un cascabel en el cuello del gato, de esta manera el ruido alertaría sobre la presencia del minino. Todos estallaron en júbilo, pues habían encontrado la respuesta. De pronto uno de los ratones más viejos y de mayor experiencia dijo entre todo el murmullo “Todo eso está muy bien, pero ¿quién le pone el cascabel al gato?

El mensaje o moraleja de la anterior fábula se manifiesta en el sentido que expresa la falta de voluntad para tomar una determinación provechosa para alguien en particular o para todos los miembros de una comunidad, porque su puesta en práctica resulta muy arriesgada. (Instituto Cervantes, s.f.)

La analogía va en función de que una disciplina como la filosofía no es leída, no es aprendida, nadie quiere tomar ese riesgo. La gente en general prefiere andar por este camino que algunos llaman vida sin tener conciencia de sí mismos, ni de lo que representa su existencia. Transitan los caminos como entes biológicos, no hay quién le ponga el cascabel al gato y con ello experimentar la libertad que otorga el conocimiento de la filosofía. Trascender mediante ella es estar conscientes de existir, no de vivir. Se debe diferenciar las ramas que de la filosofía emanan y que de no ser por ella sería imposible las manifestaciones del arte, la belleza, el ser; el conocimiento y la ciencia. Practicar filosofía debiera ser una asignatura obligatoria en las escuelas, en todos los niveles educativos, eso seguramente nos convertiría en otras personas. La metafísica, el poder cognoscitivo de la epistemología, la lógica y la axiología abren dimensiones que el ojo mundano no acierta en descubrir. Pero no se quiere pagar el precio de la lectura, no se quiere conocer a los clásicos. Temeroso y conformista como los ratones de la fábula el hombre vaga sin entender (ni querer hacerlo), cómo buscar trascender en este paso por esta dimensión.

Les comento a mis alumnos que para aprender filosofía se debe entender que el obtener conocimiento es una parte importante. La lectura provee de ese elemento. El filosofar implica interpretar las palabras de los pensadores que formaron teorías y prácticas a través del tiempo, a pesar de ser perseguidos, condenados y muertos por ello.

Alcanzar la prerrogativa de la intuición, como proponía aquel gran filósofo francés Henry Bergson (1859-1941) es filosofar, porque con ella alcanzamos una perspectiva de la realidad. Bergson contrapone la intuición con el análisis. La ciencia implica el análisis, es producto de la inteligencia, inmoviliza a las cosas, y las fragmenta para el entendimiento. De esta forma se obtienen conceptos, muy propios de la ciencia. El problema es que los conceptos son simbólicos, no ahondan en las características de las cosas, y por eso no muestran la realidad tal cual es. (Sáenz, 1995, p.191)

El análisis visto de esta manera, así como la ciencia obedecen a una línea pragmática, es decir, son prácticos. Según Bergson, esto da como consecuencia al homo faber, que por definición significa "el hombre que hace o fabrica". Es decir un ente mecánico que produce conceptos prácticos, como un artefacto. Pero que no razona, únicamente busca vivir. Para existir se necesita, en mi opinión, un nivel más alto que el mismo Bergson continúa exponiendo. Expone que el hombre debe evocar un grado de operación cognoscitiva que trasciende al homo faber. Por medio de la intuición – dice - es una manera de penetrar en lo particular y único que tienen las cosas, en este nivel el hombre capta y simpatiza con la interioridad de estas cosas, encuentra su esencia, sabe de lo que están hechas y coincide con ellas de forma inmediata.

Luego entonces es una manera de descubrir la esencia de la realidad. A esto le denomina la duración.

“La duración es el progreso continuo del pasado, que muerde el futuro, y se acrecienta; es un proceso por el cual avanza toda la realidad”. (Sáenz, 1995, p. 193)

Con esto distingue estas dos ramas del saber, por un lado la ciencia, por otro, la filosofía.


Mientras que la ciencia ha sido el resultado del análisis, operación conceptuadora y fragmentadora de la realidad, en cambio, la filosofía es el resultado de la intuición. A partir de este tipo de conocimiento se origina el homo sapiens, por encima del simple homo faber. (Sáenz, 1995, p 192)


Entonces siguiendo esta teoría, la metafísica teniendo como base la intuición sería la única forma aceptable de alcanzar el aspecto completo de la realidad, y con ello tener conciencia de la realidad en que se existe. Esto sería una forma genial de poner ese cascabel al gato.


Referencias:

Instituto Cervantes. (s.f.). Centro Virtual Cervantes. Recuperado el 28 de Mayo de 2021, de https://cvc.cervantes.es/lengua/refranero/ficha.aspx?Par=58031&Lng=0

Sáenz, R. G. (1995). Historia de las Doctrinas Filosóficas. ESFINGE.

Julia Villalobos Sánchez, @artist.v22, 2021, "Lux". Fotografía

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