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Reflexión de la vejez en Simone de Beauvoir, la edad de la discreción.

Por: Paola Juárez

Voy a cambiar un poco la línea histórica de la cuál les he estado escribiendo en las últimas entregas, la voy a interrumpir para reflexionar sobre las transiciones, una transición importante en la vida de las mujeres es darnos cuenta que hemos envejecido y a veces, el tiempo pasa de una forma tan veloz que nos cuesta tener registro del mismo.

Simone de Beauvoir escribe con gran destreza y de forma impecable el paso del tiempo de una mujer que ha envejecido y que mediante su escritura filosófica nos hace percibir esta transición.

Creo que es una cuestión natural que nace de todos el enfrentarnos con nuestro yo de la vejez, ¿Cómo seremos? ¿Dónde estaremos? ¿Cómo sobreviviremos? Y lo que da más miedo en éste sentido es el umbral económico que nos espera, pero además de las inseguridades propias quiero platicarles sobre un texto que como ya mencioné trata con bastante destreza la filósofa francesa Simone de Beauvoir, el texto se llama “La mujer rota” pero se conforma de tres pequeños escritos, los tres desde la óptica y experiencia de mujeres de mediana edad, es decir de 40 o 50 años que, de alguna u otra forma sus vidas cambian al saber que van envejeciendo y que todo alrededor de ellas cambia, su papel de madre, su papel de mujer, su papel de esposa y hasta de profesionista.

Por ejemplo, en el primero de los relatos que se llama “La edad de la discreción” aparece una mujer que es esposa, madre, profesora y escritora y que un buen día sentada junto a su marido y tomando el té, se da cuenta de que ha envejecido porque ve que su pareja también lo ha hecho y empieza a reflexionar sobre lo que ve en él, su cabello ha encanecido, su piel es un cuero arrugado pero la sonrisa, esa que a ella tanto le gusta sigue siendo la misma.

Desde la misma mesa en la que toma el té y desde su balcón en París, empieza a ver también cómo es que ha cambiado el lugar en el que vive, que algunos lugares antes eran ciertos negocios y hoy ya no existen y se pregunta ¿Desde cuándo la florería de convirtió en un estacionamiento? Y se da cuenta que NO se había dado cuenta cuando es que todo aquello que hoy ve, había empezado a cambiar, porque todo aquello le había parecido hasta entonces un eterno presente.

Ve también en su camino al mercado que antes no le importaban las viejecitas que veía en la calle “las tomaba como muertas cuyas piernas aún caminan” dice, pero ahora las ve, las nota. Piensa en la idea de jubilarse y eso la horroriza, vivir sus ocios de forma extendida no le gustaba para nada. Vemos también, a través de ella y de sus palabras esa idea que a lo mejor nos atravesaría algún día, que es primero asquearse de su cuerpo y luego resignarse a él.

También está presente en este pequeño escrito el tema de la vejez de una mujer pero en relación a sus hijos, la mujer de esta historia tiene solamente uno, su nombre es Philipe y podemos notar en el escrito que la madre, se da cuenta que ya no tiene más control sobre él, su madre más que su padre, había trazado un plan de vida para él y cada vez es más latente para ella que eso se le va yendo de las manos, como la madre era escritora y profesora naturalmente quería un camino similar para su hijo, lo animaba y apoyaba para que escribiera su tesis y así obtener un buen trabajo como profesor pero eso a él poco a poco le importaba menos, su madre se lo atribuía a la relación que tenía con Irene, su nueva esposa que era de buena posición económica y eso hacia que la madre pensara en que su hijo no iba a conformarse con un empleo como profesor porque ahora pensaría en mantener a su novia con el estatus económico al que ella estaba acostumbrada, es cuando a ella le llega otro tipo de vacío que significaba la perpetua ausencia de su hijo, ella ahora debía acostumbrarse a qué su hijo no volvería a vivir con ella, que solo debía conformarse con verlo algunas horas de algunos días y eso la desplomaba, la desgarraba porque piensa ella que la presencia de su hijo le había olvidar incluso que estaba envejeciendo, la juventud de su hijo como que se compartía con ella, iban juntos a exposiciones de arte, de música, compartían, y ahora que esa juventud se aleja de su vida ve a la misma como un silencio, sin nadie a quien atender, a quien cuidar.

El escrito nos brinda también la aproximación de la vejez en ella pero ahora como mujer y en relación a su pareja, ella sabe porque lo ve y lo vive que algo ha cambiado en su relación, enojarse y conciliarse ya no era lo mismo, ya no había en ninguno de los dos ese fuego, ese deseo, las disputas le fatigaban porque sabía que debían contentarse irremediablemente, no podían separarse ya, a su edad, ni pensarlo, entonces como que habían comprendido que estar juntos estaba bien, pero sin el ímpetu que tenían antes, sin ese optimismo de una relación, cómo que solos pero juntos y en la esclavitud perpetua de la rutina.

Y por último nos muestra la vejez en su ámbito profesional, ella, cómo mencioné antes, era escritora y profesora, sus libros habían sido disertaciones sobre algunos filósofos como Rousseau y Montesquieu con los que había sido exitosa y entonces quería volver a tener y sentir ese lugar entre sus alumnos y personas que la leían, su marido era científico y le había hecho comentarios sobre que desde cierta edad en adelante ya no se inventa nada, solo se repite y ya no hay inspiración, pero ella no lo quería aceptar, hasta que cuando termina su libro, después de tres años trabajando en él, se da cuenta que las críticas de sus lectores son las mismas ideas que tenía su marido porque la tachaban de repetitiva y de no haber escrito nada nuevo y se vuelve a sumir en un vacío, en un fracaso.


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