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Stepford wives

Actualizado: 22 mar 2022

Autor: Yaya Juárez

La película que analizaremos es esta ocasión es una película de ciencia ficción llamada “Las esposas de Stepford”, del director Frank Oz. Basada en una novela de los 70s de Ive Levin. Existen dos versiones: el primer films es de 1975 y el segundo, del cual parloteare hoy es del 2004 protagonizada por Nicole Kidman. El tema central son las actividades de la esposa.

La idea de que las mujeres pueden decidir entre trabajar o ser amas de casa parte del posfeminismo que surge a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI donde se busca replantear las formas en que nos identificamos. Esto lo vemos reflejado en muchas de las películas o series de los 90s o 2000s donde nos muestran papeles de mujeres trabajando en su éxito, otras que optan por voluntad ser amas de casa y las que desean formar una familia y aparte trabajar en su carrera. Es precisamente en este panorama donde se nos presenta nuestro personaje principal Joanna (Nicole Kidman) quien era la jefa de jefas de una productora de tv con mucho éxito. Al parecer hay un incidente con uno de sus programas y pierde su gloria. Su esposo Walter, interpretado por Matthew Broderick, era su subordinado en el trabajo y por ello es algo inseguro. A primera vista es muy encantador y comprensivo. Después de la caída de Joan deciden darle una oportunidad a su matrimonio el cual había estado descuidado por el trabajo, así que deciden mudarse a un pueblo de Connecticut y comenzar de nuevo.

Al llegar al pueblo notan que todo es bastante limpio, hermoso y bastante irreal. En el vecindario podemos ver todos los ideales del capitalismo de los años cincuenta: no hay pobreza, todos son blancos, las mujeres todas rubias, con grandes pechos, cintura pequeña, tacones, cabello perfecto, reservadas pero siempre con apetito sexual. Joan ve con extrañeza a todas esas mujeres que parecen salidas de una revista, además, todas son amas de casas perfectas, cocinan, atienden a sus hijos y a sus maridos sin respingar y sin una gota de cansancio y, por supuesto, sin descuidar su aspecto y manteniendo el buen humor. Ella siente que le debe un cambio a su marido y quiere encajar en el ambiente. Busca alentar a su amiga Bobby, quien es también recién llegada, para dejar lo que ella considera los malos hábitos de las personas de la gran ciudad.

Walter está feliz y se une a la Sociedad de Hombres de Stepford que básicamente es una casa donde los hombres se la viven haciendo crecer sus barrigas, bebiendo, jugando póker y presumiendo de su gran vida y de sus mujeres, que además de ser bellas son sumisas y serviciales. Nada diferente de la actualidad. Walter desea esa vida y ellos lo saben por lo que deciden compartirle su gran secreto.

Joanna comienza a sospechar que algo muy obscuro ocurre en ese pueblo, pues no es normal que la gente este feliz y perfecta todo el tiempo aunque esto solo se ve en las mujeres porque los hombres son bastaste normales incluso todos eran poco agraciados.

Comienza a investigar a todas las mujeres, descubre que todas eran mujeres importantes en la ciudad “peces gordos” y todas cambiaron radicalmente de aspecto y abandonaron sus trabajos al llegar al pueblo, a la mañana siguiente su amiga Bobby es una Barbie más del pueblo y Joan quiere huir. Walter esconde a los niños y ella temerosa lo busca en la Sociedad de los Hombres de Stepford donde todos los hombres están reunidos, le avientan un sermoneo a Joan de como siempre sus mujeres los han superado en todos los aspectos y que eso les hace sentir poca cosa y que ya no lo soportarán más. Le explican que no la matarán, la ayudará a mejorar con un programa llamado Sistema de Perfeccionamiento Femenino, donde se localiza el cerebro y se le introducen unos cuantos nanochips los cuales son programados para que encaje con las características ideales de la esposa de Stepford, los hombres pueden controlar y activar las características que ellos desean desde un control remoto personalizado.

Joan y Walter idean un plan para desenmascarar todo lo que sucede por lo que finge ser programada, se crea un baile en honor a la pareja “el ideal amor americano” mientras todos bailan, Walter desactiva los chips de las mujeres y descubren a la mente maestra pensando que era Mike el jefe de la Sociedad de Hombres de Stepford, sin embargo, la creadora del plan era una mujer, la esposa de Mike, pues anhelaba la imagen del mundo perfecto de los años cincuenta, esto tras haber sido una ingeniera muy importante, descubre a su esposo con otra, como ha sucedido en la actualidad, y al asesinarlos se le ocurrió el proyecto para recuperar los “valores del pasado”.

Ahora, sé que todo esto suena bastante perverso y aterrador, sin embargo, la película lo retrata como algo muy cómico, sabemos que la idea de ama de casa en los años cincuenta y sesenta se reinventó y se volvió un símbolo de capitalismo, definido por la clase media y el mercado, modelando una idea muy peculiar de la mujer: la mujer trofeo, la mujer perfecta. Y hoy en el cine o en series se puede ver dos maneras, la primera es la ama de casa como un ideal o incluso como un lujo si se tiene el capital suficiente como lo retratan programas de reality shows como “The Real Housewives of Beverly Hills”. Y, por otro lado, tenemos la representación de la ama de casa como símbolo de opresión, mujeres sin aspiraciones o sacrificadas por la familia. Sin embargo, algo que no se pone a discusión es el trabajo doméstico, todo lo que aporta y conlleva, que no se ve reflejado en el Producto Interno Bruto y sobre todo que no es remunerado.

Y ¿Por qué no es remunerado? Aimée Vega Montiel, doctora en periodismo, nos dice que el espacio y la identidad son indisociables, es decir, que para comprender a estas mujeres debemos conocer la esfera en la que está asociada su identidad. Durante la Revolución industrial, explica Montiel, se promueve la separación de la esfera doméstica y la mercantil, de la que derivan dos conceptos: la inactividad y la actividad. La primera que no tiene valor y la segunda produce bienes de cambio. La labor domestica esta designada a la tarea de las necesidades básicas, desde la reproducción hasta el cuidado de los miembros de la familia y todo lo que ello conlleva. De esa manera se definen los papeles, los derechos, obligaciones asociados con la identidad y también el desenvolvimiento entre lo público (ámbito político y económico) y lo privado (lo considerado propio).

¿Dónde queda el trabajo doméstico? Para los hombres lo privado es el cultivo de su individualidad, lejos del arduo trabajo, en donde el aporte al cuidado de la casa es una especie de receso de sus obligaciones sociales. Para la mujer, el espacio privado son los cuidados y el estar para los otros, lo cual dificulta el poder atender su personalidad y autoestima, tanto en lo público y lo“privado”. Y, de acuerdo a Julieta Garay y Ma. Farfán García, de la facultad de ciencias de la conducta, en su investigación sobre la depresión y la relación que existe entre las mujeres que tienen un trabajo remunerado y las que no, podemos ver que las mujeres que realizan labores domésticos tienen mayores índices de depresión que las mujeres con trabajo remunerado.

Dicho esto, quiero dejar en claro que es importante visibilizar la importancia del trabajo doméstico, la reproducción y el cuidado de los otros, de las habilidades que requiere y del tiempo que toma llevarlo a cabo, además, puntualizar que este trabajo no debe ser exclusivo de un género, es importante debatir la distribución de y división de trabajo sin partir del sexo y las relaciones de poder, como menciona, Yayo Herrero, antropóloga y activista ecofeminista, dice que el Estado y los mercados deben asumir la importancia que estas labores tienen en la economía y que surgen de un reparto desigual. La visibilidad del trabajo doméstico nos ayuda a reconocer que la labor privada de la mujer no es limpiar la casa, sino desarrollarse profesionalmente y su crecimiento personal.

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