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Un exhorto.
Autor: José Carlos Villalobos Ávila.

Durante el devenir por las distintas épocas de la humanidad, la filosofía se ha distinguido por tener una importancia tal que, aunque en algunas de esas épocas se le ha denostado, a pesar de todo ha podido establecer criterios normativos en la búsqueda que emprende el hombre por encontrarse a sí mismo, o por hallar un fundamento para su existencia. Muchos pensadores han contribuido para aportar elementos que permitan continuar con esta búsqueda. Se han establecido teorías, métodos, corrientes filosóficas e ideologías para encontrar la verdad del ser humano aquí, en este planeta.
Por otro lado, siguiendo el curso de esas mismas opiniones, diversos actores filosóficos han intentado explicar la realidad en la que el ser humano se encuentra inmerso. Para muestra el ya mencionado hasta el cansancio término ontología, para dar sentido a la realidad. Así pues, verdad y realidad son cosas distintas en el diario bregar del hombre tratando de dar sentido a su paso por este espacio y tiempo.
Se puede imaginar el lector que esta búsqueda no es sencilla, es una empresa bastante complicada, quizás por ello la mayoría de nosotros, los simples mortales, lejos de utilizar tan valiosas herramientas que nos han legado los doctos en la materia - en esos preceptos que se encargaron ellos de razonar allanándonos el camino- nos negamos a leerlos, a aprenderlos, a siquiera mencionarlos. Somos una humanidad ciega, sorda, escéptica y flemática. No queremos aprender los principios filosóficos, pero estamos dispuestos a creer en dogmas y religiones. En efecto, es más fácil seguir los argumentos sencillos de explicar, esos que nos anuncian con fanfarrias que habrá que dar crédito a la llegada de un ángel salvador, o una deidad todopoderosa, al hecho de enfrentar la realidad.
¿Por qué vamos a desperdiciar tiempo leyendo a Descartes?, aquel que propuso un método para deshacerse de lo que ya está establecido, y toma como punto de partida a la duda metódica para normar un criterio puro, original y sobre todo, producto de pensar y de razonar. Extraordinaria ocurrencia de destruir un edificio de conocimientos vanos para construir uno nuevo de principio a fin, con razonamientos que nos llevan al conocimiento forjado por la razón. Ni siquiera las ciencias son tan exactas como la filosofía vista desde esa óptica maravillosa. Tal es la genial analogía de Descartes en la manifestación de ese método que propone en su libro el discurso del método.
Qué nos importa que haya dedicado la mitad de su vida en proponer una guía para no perdernos en el desierto de la falta de pensamiento, y en la ausencia de decoro cognoscitivo. Y aunque él menciona en su obra que no pretende que sea un ejemplo que podamos seguir la humanidad, yo afirmo que todos debiéramos leer tan ricas palabras. Aunque escritas en el ya lejano 1637 sigue con una vigencia tan precisa que parece que fue escrito en nuestros días.
Y entonces viene una avalancha de argumentos que pretenden explicar la falta de compromiso para leer a estos clásicos: “Es que entender a Descartes u otros pensadores es difícil”. “Es que leer filosofía es aburrido”. Claro, es difícil para quien ni siquiera ha abierto la primera hoja de un libro. Aunque creo que es más difícil aprender cualquier rezo o plegaria, condición obligatoria para pertenecer al grupo selecto de la religión que se profesa, y aspirar a la salvación eterna. Y sin embargo, lo hacen. No es que sea mala la religión, o que se haya emprendido una cruzada contra lo religioso. Es simplemente que no concibo esa inclinación al ritual, y por otro lado, la aversión a la lectura de la filosofía.
Ciertamente, si establecemos un comparativo entre las eras registradas en la historia, encontraremos que la actualidad, este tiempo que nos ha tocado existir no se distingue de los anteriores por su búsqueda de la realidad. No es nada extraordinario el reemplazar la sabiduría con la tecnología, es únicamente el desarrollo lógico de los logros de la humanidad por el paso del tiempo hasta llegar a esta instancia. Sin embargo, vaya pues un exhorto para leer y poner en práctica la reflexión, legado importante de los filósofos pensadores. Que la filosofía sea parte integral de tu vida, que la apliques en situaciones diarias, para que el espíritu de aquellos pensadores filósofos no se pierda, por el contrario, que ayude a que nuestra existencia encuentre el camino correcto basado en el acto de razonar y no el de recorrer una ruta cómoda directa hacia un paraíso celestial sin haber pagado el precio del conocimiento filosófico.
Tal vez la salvación está en los escritos de los clásicos de la filosofía, y no en el cielo.